El 22 de Junio de 1874, y después…
Pierre Tricot DO[1].
«Mi ciencia o mi descubrimiento nació en Kansas de resultas de múltiples ensayos, realizados en la frontera, al tiempo que combatía las ideas pro-esclavistas, las serpientes y a los tejones. Después, más adelante, a lo largo de la guerra de Secesión, hasta el 22 de Junio de 1874. Como el resplandor del sol, una verdad hizo mella en mi espíritu: mediante el estudio, la investigación y la observación, gradualmente me fui acercando a una ciencia que sería de un gran beneficio para el mundo» (Still, 1998, 44).
¿Qué pasó en la vida de Still el 22 de Junio de 1874? Él lo evoca y lo explica en muchas ocasiones en sus escritos, en especial, en Autobiografía.
« El 22 de Junio de 1874, ondeé al viento el estandarte de la osteopatía. Durante veinticinco años, ha resistido a las tormentas, los ciclones y las ventiscas de la oposición. Hoy día, sus hilos son más fuertes que cuando el estandarte fue tejido por vez primera» (Still, 1998, 83).
Al contrario de lo que se evoca a menudo, no se trata de la revelación repentina de la osteopatía, sino más bien de la sencilla certeza de estar sobre una pista, aquella que, precisamente, conducirá hasta la osteopatía. Además, en aquella época, Still no tiene nombre para el sistema que está desarrollando. Según Carol Trowbridge, dicho nombre no parece haber sido escogido hasta los años 1880:
«En 1885, un profesor de la Universidad de Baker, el Dr. Sweet, vino a Kirksville para hacerse tratar por Still. Still, orientado en aquel entonces hacia una combinación de la palabra griega osteon, que significa hueso; y pathein, que significa sufrimiento, pidió la opinión de Sweet sobre el nombre escogido recientemente. Inmediatamente después de haber vuelto a Baldwin City, Sweet escribió: “Es el mejor nombre que puede darle. Abarca la materia mucho mejor que las palabras alopatía, homeopatía y eclecticismo”» (Trowbridge, 1999, 191).
Y estando en 1885, todavía serán necesarios muchos años más hasta llegar a un concepto suficientemente elaborado, claro y eficaz que permita dar el paso a la enseñanza: la primera escuela data de 1892; o sea, después de siete años todavía de investigaciones, tanteos y experimentaciones.
Además, sabemos que los momentos iniciales de la enseñanza no han sido fáciles.
«Según el testimonio general, la primera clase de osteopatía fue toda una experiencia, y a la vez, un desastre. Still descubrió que aquello que había aprendido a lo largo de toda su vida de estudios, no podía transmitirse con facilidad a los estudiantes en un curso de cuatro meses. […] Al final del trimestre, Still se horrorizó al constatar que la escuela no había producido más que «chapuceros e imitadores»; ni uno de ellos, en su opinión, era lo suficientemente competente como para ejercer la osteopatía. Aunque había otorgado las titulaciones a los miembros de aquella primera clase, al valorar Still que sus conocimientos anatómicos eran insuficientes, les exhortó a repetir el curso. Confiará que “solamente los miembros inteligentes” volvieron» (Trowbridge, 1999, 197).
En una obra de reciente aparición sobre Still, A.T. Still, From the Dry Bone to the Living Man (trad. esp.: Del hueso seco al hombre vivo), John Lewis, escribe:
«Su primera tentativa para dirigir una escuela enseñó a Still una lección fundamental: para formar osteópatas eficaces, debía enseñar a sus estudiantes cómo pensar osteopáticamente, y no desde el punto de vista de la medicina.» (Lewis, 2013, 152).
Los valores osteopáticos
Inmediatamente después de esta afirmación surge la pregunta: «Pero, ¿qué es pensar osteopáticamente?» Iría más allá: me parece esencial volver a replantearnos la pregunta: « ¿Cuáles son los valores fundamentales de la osteopatía?» Verdaderamente, creo que hoy en día, más que nunca, merece ser planteada…
Y en primer lugar, ¿qué significa aquí, la palabra «valores»? En el diccionario electrónico (Antídoto de Druida Informático[2]) que utilizo habitualmente, he encontrado varias definiciones de la palabra valor. Me he quedado con una que me parece corresponde con lo que hoy quisiera haceros llegar: «Principio ideal que sirve de referencia a los miembros de una comunidad. Por ejemplo, los valores sociales, morales, estéticos.» Esta definición, podemos cotejarla con una definición del término filosofía que es: «Estudio de los principios generales de una rama de los conocimientos o de la actividad humana. Concepción general, visión del mundo; conjunto de unos principios.» A nivel práctico, yo diría que una filosofía, es el conjunto de los valores fundamentales sobre los cuales nos apoyamos para vivir. Dicho de otro modo, los fulcros sobre los cuales nos apoyamos para vivir, estudiar y comprender la vida y lo viviente. Al respecto, creo que podemos citar otra vez a Lewis:
«Ellos (los estudiantes) deben comprender que la osteopatía es, primera y esencialmente, una filosofía. Y que todo razonamiento que elaboren sobre la salud y la enfermedad, debe ser guiado por dicha filosofía. La medicina se basa en el materialismo científico; la osteopatía, al mismo tiempo que abarca todos los hechos científicos verificables, desafía a la autoridad última de la ciencia, al declarar insatisfactorias sus suposiciones materialistas cuando se las aplica al ser vivo. Todo el edificio de la osteopatía se fundamenta sobre una verdad observable, espiritual, que ninguna ley científica conocida puede explicar: la naturaleza orgánica lucha de manera inexorable en pos de expresar la salud» (Lewis, 2013, 152).
Espiritualidad
Los principios fundamentales de la filosofía osteopática nos son dados en Philosophie et principes mécaniques de l’ostéopathie, (trad. esp.: Filosofía y principios mecánicos de la osteopatía) el cual, aun cuando sólo fue publicado en 1902, lleva como fecha de copyright, 1892, en concreto (Trowbridge, 1999, 249-250). Aunque Still no dice ni palabra sobre ello, podemos pensar que la obra fue escrita (al menos, en parte) destinada a los primeros estudiantes; y que él le asignaba una posición importante en la enseñanza y la propagación de la naciente osteopatía (Lee, 2011, 60). Y esta importante posición, no está en la exposición de técnicas ni de sistemas de curación, sino más bien de la filosofía. Además, encontramos en Philosophie et principes mécaniques de l’ostéopathie, la mención de un concepto que no se encuentra en ninguna otra parte en los escritos de Still: el concepto de biogenia[3], enfoque vitalista que trata de responder a la pregunta: « ¿qué es lo que diferencia a un organismo vivo de uno muerto?». La palabra y el concepto biogenia nos vienen de Elliot Coues, un científico espiritualista contemporáneo de Still. En su libro Incendie sur la prairie (trad. esp.: Incendio sobre la pradera), Zachary Comeaux hace expresarse a Still en estos términos:
«Coues era cirujano militar, como yo lo había sido. Él siguió las expediciones que ayudaron a civilizar el Sudoeste. También era, en parte, biólogo y naturalista. En su estudio de la flora y de la fauna, comenzó a describir la fuerza de vida que distingue lo vivo de lo no vivo. Su concepto biogenia está descrito y resumido a la perfección, en una conferencia dada ante la Sociedad Filosófica de Washington. A mi entender, su idea sostiene mis propias ideas en lo que concierne a la manera particular de reconocer la mano de Dios en el hombre viviente» (Comeaux, 2008, 80).
Dicha conferencia, en la actualidad está traducida y publicada en francés (Comeaux, 2012). De hecho, se trata de ideas espirituales. Esto es lo que dice Coues al mencionar el protoplasma, la sustancia más elemental de lo vivo:
«Si la vida es el resultado de la composición de ciertas sustancias elementales, en ciertas proporciones, y de una cierta manera; hay un algo, presente y operante, adecuado para producir semejante resultado; y de cuya ausencia o no-funcionamiento, se deduce la muerte. Puesto que, en el momento en que dichas sustancias elementales idénticas, combinadas en proporciones idénticas, se desvían y toman otro camino que el de la interacción molecular y el reajuste molecular recíproco; dejan de manifestar los fenómenos de la vida. ¿Qué es lo que las mantiene precisamente como están presentes en la vida y que ni la física ni la química nunca nos da a conocer? Más adelante, explicaré los motivos que me hacen asumir que este algo, es esa cosa tan particular, llamada fuerza vital. A priori, esta hipótesis es tan legítima y razonable como cualquier otra podría serlo, en el caso de un asunto tan especulativo y tan metafísico. Puesto que todo aquello que se refiere a los últimos átomos de materia - suponiendo que algo así pueda existir - a su número, su tamaño, su forma, su masa, la distancia que los separa, su modo de moverse y su interacción; todo eso está lejos del alcance de la verificación humana y, en consecuencia, alejado del ámbito de la ciencia exacta» (Comeaux, 2012, 48-49).
Por otra parte, la natural grandeza del concepto osteopático lo hace difícil de definir con precisión:
«El fundamento espiritual de la osteopatía la hace virtualmente imposible de definir. Habitualmente, Still recurría a explicaciones o descripciones que raramente eran dos veces las mismas, yendo de lo práctico a lo transcendente. Toda una suerte de cosas que iban desde: «esto significa que conocemos lo normal en la salud, lo anormal en la enfermedad y el proceso de reajuste de lo anormal para volver a llevarlo hacia lo normal»[4], hasta: «La osteopatía es la ley de Dios, la ley que mantiene la vida en movimiento.»[5] Algunas veces, de manera más comprensible: «Todos los misterios están ocultos en la Naturaleza, todos los hechos los encontramos en la Naturaleza, todos los descubrimientos provienen de la Naturaleza. Entonces, ¿existen otros medios que seguir las leyes inalterables de dicha Naturaleza, con el fin de encontrar aquello que buscáis? La osteopatía está fundamentada en la Naturaleza. La osteopatía es natural. La osteopatía es naturaleza.»[6]
La naturaleza se comprende como la unión de lo Conocible y lo Incognoscible; cuerpo, espíritu de razón (mind) y espíritu de vida (spirit)[7], unificados por una ley que excede la comprensión humana. «La ley de la materia, del espíritu y del movimiento, fusionados por la sabiduría del Divino.»[8] Una divinidad menos cristiana que amerindia, Creador y creación inseparables, las actitudes divergentes de las razas blancas e indígenas con la naturaleza, reflejadas mediante las actitudes divergentes de la medicina y de la osteopatía acerca de la enfermedad del cuerpo humano: intentar controlarlo con un saber limitado; o bien, estar atento humildemente, aprender de su mayor sabiduría y armonizarse con ella» (Lewis, 2012, 152-153).
Desinteresadamente
Aquí nos encontramos, de igual manera, con un valor esencial de la osteopatía tal como Still la concebía. Un valor vinculado con la calidad del ser, más que con una necesidad de naturaleza biológica. Cito de nuevo a Lewis:
«Uno de los amigos de infancia de Charles Still (el primogénito de Still), Edwin Pickler, era, en aquel entonces, jefe de correos en Kirksville. En la oficina de correos, gente que venía de todos los rincones del país hablaba de manera abierta de sus enfermedades, y no pasaba ni un día sin que fueran comentadas las asombrosas curaciones. Edwin estaba impresionado por la manera especialmente unánime en la cual la gente evocaba sus tratamientos. Cuando su amigo George Tull dejó su trabajo como fotógrafo para estudiar osteopatía, Ed decidió hacer lo mismo. Al día siguiente, se reuniría con Still.
La entrevista fue toda una lección para él. « ¿Tú quieres hacer dinero, verdad? » conjeturó el fundador, y Ed asintió. Para su gran sorpresa, Still le recomendó que no se comprometiera, diciéndole que el deseo de fortuna o de estatus no era una buena razón para ejercer la medicina. Para él era un sacrificio y una responsabilidad; «debes volcar tu corazón en ello, con una diligencia auténtica para aliviar el sufrimiento y para estar al servicio de tus congéneres humanos.» Pickler salió de allí, media hora más tarde, con una impresión radicalmente distinta sobre la profesión que se disponía a abrazar, y con una concepción de sus deberes como osteópata, que no olvidaría nunca» (Lewis, 2012, 153).
De igual manera, aquí tenemos un extracto del libro de Arthur H. Hildreth (1863-1941), The Lengthening Shadow of Dr. A. T. Still (trad. esp.: La inmensa sombra del Dr. A.T. Still), quien conoció a Still siendo niño, y que después, estudiaría osteopatía y se convertiría en uno de los seguidores más fiel de Still y de la osteopatía. Debemos a Hildreth el reconocimiento de la osteopatía en varios estados de los Estados Unidos en el transcurso de los primeros años.
«Mis padres vivían en una pequeña granja situada a siete kilómetros al sudoeste de Kirksville, en el límite de la pradera y del el bosque. Hacia el este, estaba la pradera; hacia el oeste, el norte y el sur, colinas y pequeños valles cubiertos de bosques en los cuales vivían gentes que habitaban unas cabañas diseminadas por aquí y allí, intentando ganar algo con lo que ganarse la vida cultivando pequeñas parcelas de hortalizas durante la temporada buena, y durante el invierno, cortando y transportando madera destinada a la fabricación de traviesas para el ferrocarril. Entre esas gentes, a dos kilómetros y medio de la granja de mis padres, vivía una tal Sra. Bush. Estaba enferma, lo que preocupaba mucho a mi madre, hasta el punto que decidió ir a Kirksville para consultar al Dr. Still acerca del tratamiento de la Sra. Bush. Yo la acompañé, y esa visita fue mi primer contacto con él.
Poco tiempo después de nuestra llegada, el Dr. Still entró en el despacho. Tras la cortesía de rigor, mi madre le explicó el motivo de nuestra visita y describió lo mejor que pudo una excrecencia situada en el cuello de la paciente. El Dr. Still la escuchó con detenimiento, y finalmente le dijo: «En base a lo que usted me describe, yo supongo que tiene bocio, una hipertrofia de la glándula tiroides.»
Mama repuso: «Dr. Still, ¿qué puede hacer por ella?»
Y él respondió: «Puedo hacer que desaparezca».
Entonces, mi madre le dijo que ellos eran muy pobres y que tenían muy poco dinero.
El Dr. Still contestó: «Pues bien, su esposo puede traerme un cargamento de madera, ¿no? ».
Aun siendo muy joven en aquella época, recuerdo con gran precisión el incidente. Como había sido acordado, la Sra. Bush fue a ver al Dr. Still, y después de unos tratamientos, la hipertrofia de su cuello disminuyó para, finalmente, desaparecer. Todavía vivió muchos años más en nuestro círculo más cercano y nunca más fue perturbada por su bocio» (Hildreth, 1938-1942, 2).
Compasión-benevolencia
Dentro de la misma suerte de valores que el obrar desinteresadamente, nos encontramos con la compasión, asimismo fundamental en la osteopatía tal y como Still la planteaba; la cual, casi no forma parte de las preocupaciones principales de las actuales profesiones sanitarias.
«Cuando un hombre, una mujer o un niño me plantea una pregunta, hago lo necesario para atenderles. Cuando una madre dice: «mi hijo sufre de la garganta», ¿qué necesita esta mujer? Necesita un contrato de vida más largo para su hijo. ¿Puedo conseguirlo? ¿Puedo hacerle frente desde el lugar adecuado, para detener la tendencia declinante, el lento rumbo hacia la muerte sobre el cual se interna el niño? Si puedo decir: «Sí, Doña, se puede aliviar la garganta de este niño, y ello se puede hacer gracias a una de las leyes elementales, tan sabias como el Infinito pueda concebirlas.» Con ello, esta alma se va feliz. La garganta vuelve a recuperar su tamaño normal. Pero otra persona aparece bajando por la calle en la cual yo me paseo, diciendo: « He enterrado a uno de mis hijos a causa de la disentería y el otro sangra.» ¿Qué necesita esta persona? Necesita una palabra que aliviará a ese niño y le permitirá proseguir su vida. ¿Sé yo qué interruptor aportará el alivio? Si lo conozco y lo pulso, habré hecho a alguien feliz por segunda vez. Yo hago esto, y mis compañeros osteópatas lo hacen de igual manera, a diario» (Still, 1998,305).
Sobre la benevolencia de Still, he aquí, un extracto de un artículo escrito por Carl McConnell (1874-1939), igualmente, otro de los pioneros de la osteopatía:
«Poco tiempo después de mi llegada a Kirksville, fui a ver al Dr. Still a su domicilio. Él estaba muy bien y saboreaba un vaso de agua. Lo que me impresionó en aquella época (y esta impresión nunca ha sido desmentida), fue su benevolencia. Tras un saludo alegre e informal, él se preocupaba, de manera sincera, de vuestro bienestar. En verdad, ésta ha sido siempre una característica evidente de la familia del Viejo Doctor, de la Sra. Still, de los chicos y de la hija. Si hablo de ello, es porque, para mí, esta evidente sinceridad que emanaba de cada uno de ellos, contribuyó, enormemente, en el desarrollo de la osteopatía.
Durante muchos años me he codeado, de forma muy íntima, con cada uno de los miembros de la familia. Cada uno de ellos sentía que el éxito del estudiante dependía, íntimamente, de la asistencia por parte de la profesión. Nada parecía desalentarles. Sólo exigían una cosa, y con todo el derecho, era la lealtad hacia los principios de la osteopatía. Con el transcurso del tiempo, creo que ninguno de nosotros se da verdaderamente cuenta de lo que el espíritu de esa familia ha conseguido en realidad. Su trayectoria ha sido especialmente difícil; no tanto debido a una falta de visión, sino más bien a causa de la versatilidad de sus semejantes» (Hildreth, 1938, 1942, 358-59).
Por último, no puedo reprimirme citar un extracto de la plegaria de A.T. Still, puesto que ilustra bien, creo, su actitud en relación a su función como osteópata:
« […] concede a mis manos la habilidad, a mi espíritu la clara visión, y a mi corazón la bondad y la compasión. Concédeme una intención apropiada, la fuerza para aliviar, al menos una parte de la carga y del sufrimiento del prójimo, y una verdadera comprensión del privilegio que me corresponde […]» (Still, 1998,4).
Compromiso, eficacia
Más adelante, algunos de aquellos primeros estudiantes fueron conscientes de la suerte que tuvieron al recibir una enseñanza imperfecta, desde luego, pero pura y sin alterar. En aquella época reinaba en Kirksville un espíritu pionero y una determinación inquebrantable a la hora de de practicar la osteopatía al servicio de la humanidad. Citemos el testimonio de uno de los primeros estudiantes que nos relata un discurso que Still expuso delante de la clase:
«En osteopatía, la primera etapa es la confianza en nuestro propio cuerpo. La siguiente etapa consiste en hacer evolucionar dicha confianza hacia una comprensión inteligente. Aprenderéis que el cuerpo es auto-creador, capaz de desarrollarse, de mantenerse, de cicatrizar, de restablecerse, de propulsarse, de ajustarse, todas esas cosas por sus propios medios. Sólo utiliza aquellas cosas que forman parte del ámbito alimentario. Quiero marcar vuestro espíritu desde el comienzo de vuestros estudios en osteopatía, con las cosas que debéis conocer si queréis prosperar con ellas. En primer lugar, la osteopatía no es un conjunto de movimientos (técnicas); en segundo lugar, ni la osteopatía, ni sus aplicaciones en el paciente pueden ser servidas en una bandeja. Se debe ahondar y profundizar en dichas nociones por uno mismo. En tercer lugar, sus aplicaciones en los pacientes, deben hacerse de manera razonada, y no siguiendo unas cuantas reglas. Los médicos osteópatas deben ser capaces de justificar el tratamiento que prodigan, no tanto a la manera de ver de los pacientes sino a su propia manera de ver.
Yo no dirijo esta escuela para enseñar a unos loritos de repetición, ni para fabricar, solamente, otros médicos. El mundo ya está superpoblado de médicos que, desde hace un siglo, tratan a sus pacientes siguiendo unas reglas antes que a su razón.» (Gravett in AOA Yearbook, - trad. esp.: en el Anuario de la AOA; Asociación Americana de Osteopatía -, 1953,43).
Valores y necesidades
A menudo, hay una confusión entre el concepto de valor y el de necesidad. Hoy en día, conocemos muy bien la pirámide de Maslow[9] quien jerarquiza las necesidades fundamentales de cualquier ser humano, partiendo de las más fundamentales, fisiológicamente hablando, para subir, en una suerte de cono jerárquico, hacia necesidades cada vez menos materiales, y cada vez más vinculadas a la calidad de ser: necesidades fisiológicas (comer, beber, dormir, respirar…), seguridad (del cuerpo, del empleo, de la salud, de la higiene, etc.), necesidades sociales (amor, amistad, pertenencia, intimidad), estima (confianza, estima y respeto hacia sí mismo y hacia los demás), realización personal.
Una de las necesidades fundamentales del humano, es el reconocimiento. Es bastante fácil de comprender, en la medida en que a la pregunta: « ¿Quién soy yo?», sólo obtengo respuesta al compararme con lo que no soy. De este modo, tenemos una sensación (agradable) de existir cuanto más los demás nos reconocen (positivamente). Es aquí donde los osteópatas no se han mostrado, en mi opinión, clarividentes.
Un poco de historia
La historia de los osteópatas en Francia es, en todo caso, paradójica. En su mayor parte, los primeros osteópatas han sido, primero, fisioterapeutas. En aquella época (final de los años 1960, comienzo de los 70), no era, en efecto, cuestión de reconocimiento como osteópatas. Esto llegó más tarde, al comienzo de los años 80; y ha sido marcado por la creación del registro de los osteópatas de Francia[10].
Recuerdo que durante mis estudios de fisioterapia, me había impresionado la constatación de que muchos de mis congéneres eran «médicos fallidos» - en el sentido de que no habían conseguido alcanzar su objetivo; no habían acertado en la diana, la habían fallado - (o «farmacéuticos o dentistas fallidos»). Al decir esto, no pretendo decir que hubieran sido malos médicos. No, lo que digo, es que no habían conseguido acceder a los estudios de medicina, farmacia o odontología; bien al suspender sus exámenes, bien al decidir no encararlos. Algunos podrían pensar, de igual manera, que esta afirmación es peyorativa, lo cual tampoco es el caso; debido, sencillamente, a que los criterios usados, desde hace mucho tiempo, para decidir quién será médico, farmacéutico o dentista (y hoy en día, fisioterapeuta), no son los adecuados. Todos nosotros lo sabemos. De suerte que entre aquellos «médicos fallidos», habría excelentes médicos, verdaderamente competentes para esta actividad, y que entre los «médicos aprobados», hay muchos impedidos para la vida, cuyo objetivo principal no es el bien de sus semejantes, sino otros criterios que en absoluto tienen su lugar en dicha profesión.
Entre estos «fisios a falta de algo mejor», algunos han visto en la osteopatía la posibilidad de una suerte de «desquite», de «recuperación…» Me explico: la osteopatía les permitía aumentar su nivel de competencia, trascender los límites (inmensos) de la fisioterapia y, por tanto, satisfacer un deseo de competencia y de eficacia que no habían podido alcanzar anteriormente. También es muy posible imaginar que ello les permitía, de igual manera, alcanzar su objetivo inicial, al que ellos aspiraban queriendo llegar a ser médicos. La osteopatía les ha ofrecido un medio para trascender su fracaso pero sin, de esa manera, integrarlos en el mundo en el cual no habían podido entrar; de ahí su empeño en obtener un reconocimiento.
Desgraciadamente, constatamos que para obtener un reconocimiento por parte del sistema médico y de los poderes públicos, los osteópatas han sido inducidos a dar preferencia a ciertos elementos que no son del ámbito filosófico, sino del científico. Su necesidad de reconocimiento les ha llevado a correr un tupido velo sobre los valores fundamentales de la osteopatía, los cuales tampoco son, por naturaleza, científicos. Peor aún, han rebajado la osteopatía para ponerla a su nivel (o al nivel del consenso con el cual buscaban el reconocimiento), en lugar de transcenderse para alcanzar el nivel de la osteopatía. Han buscado la manera de hundirse dentro de la horma del sistema médico; horma que, en evidencia, no conviene a la osteopatía más que de manera parcial. El resultado es un ejercicio profesional que como osteopatía no tiene más que el nombre. Un embalaje vacío de su sustancia esencial. Apariencias engañosas. Aquí nos topamos con una de las características de la sociedad actual en la que lo más importante es lo que se ve, el envoltorio, aun cuando el contenido no corresponde con lo esperado. Una civilización fundamentada en las apariencias. Y así, no puedo reprimir pensar en Krishnamurti: «Estar bien integrado en una sociedad profundamente enferma no es testimonio de buena salud.»
De hecho, en lugar de servir a la osteopatía, ellos se han servido de ella para tratar de satisfacer sus propias necesidades de reconocimiento. No es la osteopatía la que necesita ser reconocida, sino los osteópatas; y esto no es, de ningún modo, lo mismo.
¿Y qué podemos decir de los fisioterapeutas que quieren que la osteopatía llegue a ser una parte de la fisioterapia? Aquí tenemos algo que es especialmente contra natura y envilecedor para la osteopatía. Por varios motivos. Para empezar, ya que históricamente, osteopatía y fisioterapia no tienen nada que ver la una con la otra. Cuando yo hago mención de la historia, hablo del origen americano de la osteopatía y no de su camino en Francia (o en España… N d T). A continuación, debido a que filosóficamente hablando (¿podemos, por lo demás, hablar de filosofía en lo que concierne a la fisioterapia?), sabemos que son dos ámbitos diferentes, que no tienen casi nada en común, salvo, claro está, los fundamentos anatómicos y fisiológicos. La confusión se ha establecido en Francia (y en España… cuando en Inglaterra, así como en otros países, no es así, al ser una profesión independiente de la fisioterapia. NdT), por el hecho de que son algunos fisioterapeutas los que se han adueñado de la osteopatía, y la practican en el marco de su ejercicio como fisioterapeutas; de este modo, ya no se puede distinguir una profesión de la otra. Pero de ahí a reducir la osteopatía a una simple fisioterapia, ¡qué deshonra! Y me asombra que la gente pueda mantener esta posición seriamente y sin sonrojarse. Sed de reconocimiento y corporativismo obligan… La otra alternativa sería elevar la fisioterapia a la altura de la osteopatía. ¡Pero esto parece que no sea el objetivo que se propone!
Reconocimiento, lo hay
Finalmente, el «reconocimiento», ya existe. Pero ¿verdaderamente se puede hablar de reconocimiento? Y, ¿a qué precio se ha obtenido? Algunos piensan que, en última instancia, es algo bueno; que incluso si el reconocimiento actual no es, por más de un motivo, satisfactorio, constituye una primera etapa susceptible de ser mejorada ulteriormente. Quizás. Pero eso no es algo seguro, por una razón bastante sencilla que proviene de las motivaciones que empujan, a un buen número de jóvenes, a internarse hoy en día en este camino: las mismas que para sus mayores, aun cuando el contexto es un poco distinto. Lo que quiero decir es que como antaño para la profesión de fisioterapeuta, en osteopatía nos encontramos con algunos médicos, farmacéuticos y dentistas, y hoy día, con algunos fisioterapeutas «fallidos»… Añadamos a ello que hasta un pasado reciente, la profesión tenía fama de ser lucrativa, lo que para algunos puede resultar una motivación suficiente… Indudablemente, entre ellos habrá algunos que conseguirán trascenderse y alcanzar los verdaderos valores de la osteopatía. Pero, ¿y los otros? ¿Qué osteopatía concebirán y practicarán? Una osteopatía desvitalizada (¡sería el colmo!), la que han aprendido en sus escuelas, fruto de la búsqueda desenfrenada de reconocimiento de sus antecesores, de sus mayores. Para estos últimos, no preveo un futuro muy halagüeño…
Respetar nuestros valores
Mis palabras pueden parecer muy pesimistas. Un poco de lucidez en la observación de los acontecimientos relativos a la evolución de la osteopatía en Francia estos últimos años, favorece bien poco el optimismo. No obstante, estoy convencido de que, pese a todas estas vicisitudes, la osteopatía perdurará. Pero dicha persistencia depende, en mi opinión, esencialmente, de nuestra capacidad para comprender, integrar y vivir sus valores fundamentales en nuestro ejercicio profesional a diario. Gracias a su puesta en práctica y a sus resultados, la osteopatía obtendrá, finalmente, el verdadero reconocimiento. Pero se necesitará tiempo y esto me parece que depende mucho más de los individuos, y de sus propias cualidades, que de las instituciones.
Keep it pure, boys, keep it pure.
(trad. esp.: Mantenedla pura, chicos, mantenedla pura.)
Bibliografía
Comeaux, Zachary, 2008. Incendie sur la prairie. Pierre Tricot, Granville, 250 p., ISBN : 978-2-9509175-3-9.
Comeaux, Zachary, 2012. L’Âme de l’ostéopathie. Sous la direction de Pierre Tricot et EmmanuelPiquemal, Frison-Roche, Paris, 160 p., ISBN : 978-287671559-2.
Gravett, Hugh Henry, ? Echoes from Dr. Still’s Lectures to the Class of Ninety Six, ? Academy Of Applied Osteopathy, Year Book, 1948, pp. 48-51 – Traduction : Emmanuel Piquemal, janvier 2013.
Hildreth, Arthur Grant, 1942. The Lengthening Shadow of Dr. Andrew Taylor Still. Simpson Printing Company, Kirksville, Missouri, B0007F4NDI.
Lee, Paul R., 2011. Interface, Mécanismes de l’Esprit en Ostéopathie. Sully, Vannes, 368 p., ISBN : 978-2-35432-049-2.
Lewis, John, 2012. A. T. Still, From the Dry Bone to the Living Man. Dry Bone Press, Gwynedd England, 428 p., ISBN : 978-0-9572927-0-3.
Maslow, Abraham, 2008, Devenir le meilleur de soi-même : besoins fondamentaux, motivation et personnalité, Eyrolles, coll. ? Editions d’Organisation ?, 2008, 383 p. ISBN : 978-221253818-2.
Maslow, Abraham, L’accomplissement de soi, avec en annexe son article fondateur de 1943 sur la motivation et les besoins (A Theory of Human Motivation), Eyrolles, coll. Editions d’Organisation, 2004, 208 p. ISBN : 978-270813021-0.
Maslow, Abraham, Vers une psychologie de l’Être (1972), Fayard, coll. ? L’experience psychique ?, 1972, IX-267 p. ISBN : 978-221300411-2.
Still, Andrew Taylor, 1998. Autobiographie. Sully, Vannes, 362 p., ISBN : 2-911074-08-4.
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Trowbridge, Carol, 1999. La Naissance de l’ostéopathie. Sully, Vannes, 292 p., ISBN : 2-911074-16-5.
[1] Artículo redactado por Pierre Tricot el 22 de Junio del 2013 y descargable (Internet) en: http://www.approche-tissulaire.fr/images/stories/fichiers_pdf/pt_22_juin_1874_2013.pdf. Traducción a cargo de Miguel Hernández Callejo y Juan Bañuls Puig.
[2] Se trata de un producto informático (existente en el mercado francófono) que aúna un corrector de texto con el acceso a grandes diccionarios y a guías lingüísticas, para aplicar a los procesadores de texto, y de esta manera, poder redactar con más facilidad, al mismo tiempo que se corrige lo escrito (N d T).
[3] Still: Philosophie et principes mécaniques de l’ostéopathie, capítulo 11.
[4] Andrew T. Still Papers, 2009.10.791.
[5] Journal of Osteopathy, Enero de 1895, 1.
[6] Journal of Osteopathy, Diciembre de 1894, 1.
[7] En el texto de Pierre Tricot, “ Vous avez dit esprit ou esprit ? Trad. esp.: ¿Usted ha dicho espíritu o espíritu?”, descubrimos que tanto en éste como en otros textos de la literatura osteopática, la traducción literal francesa (y española N d T) de las palabras, spirit y mind , presenta una ambigüedad ya que ambas comparten la acepción espíritu. Es evidente que estas dos palabras refieren, aquí, conceptos diferentes. Así, distinguiremos la palabra spirit como espíritu de vida, con el sentido de alma, ser inmaterial, pneuma, aliento (divino); y la palabra mind como espíritu de razón u organizador, con el sentido de mente, inteligencia, entendimiento, intención, voluntad, juicio, memoria, atención . (N d T).
[8] Autobiographie p.230.
[9] Abraham Maslow (1908-1970), psicólogo americano considerado como el padre del enfoque humanista, conocido sobre todo por su explicación de la motivación a través de la jerarquía de las necesidades; representada, con frecuencia, por la pirámide de las necesidades. Él remarcó que, en terapéutica, era preferible promover las cualidades y los logros individuales, antes que considerar a los pacientes como «sacos de síntomas» (Bags of symptoms).
[10] Registro de los Osteópatas de Francia, asociación sin ánimo de lucro fundada en 1981, con el objetivo de federar la profesión en torno a una estructura común, a semejanza de los osteópatas de los países anglosajones. Los cuatro miembros fundadores fueron: Régis Godefroy (1945-1992), Jean Josse (1934-1990), Robert Perroneaud-Ferré y Jean Peyrière. Los estatutos fueron registrados en la prefectura de las Bouches du Rhône en abril de 1981.