Sería presuntuoso y falso atreverse a afirmar que la osteopatía solo tiene éxitos. Los fracasos pueden tener varios orígenes, relativos a los pacientes, a los terapeutas y a las indicaciones incorrectas.
El paciente
Existen razones para esos fracasos cuya responsabilidad incumbe al paciente. Generalmente es porque continua llevando una vida ilógica y no se preocupa de emprender las reformas necesarias para mejorar su estado, bien porque se niega a modificar su alimentación, se agota, duerme poco, bebe o fuma demasiado, se impone gestos profesionales nocivos o se desenvuelve en un medio muy desfavorable para su equilibrio moral o psicológico. Sin embargo el paciente no tiene toda la culpa y puede ser demasiado fácil, cuando no llegamos al resultado deseado, hacer recaer sobre él la responsabilidad del fracaso. El terapeuta puede tener también parte de responsabilidad.
El osteópata
La osteopatía es ante todo un arte. Es un arte de curar y, como todo arte, posee una parte técnica que se aprende y una parte que depende más de la aptitud que de la técnica. Un terapeuta puede dominar perfectamente esa parte técnica y sin embargo no ser tan eficaz como quisiera. La experiencia también entra en juego y es el fruto de la paciencia y de la práctica. El osteópata puede no encontrar la verdadera causa de las dificultades de su paciente. Bien llevado, un tratamiento osteopático, si no aporta la solución deseada, da generalmente al paciente un cierto bienestar y nunca le es perjudicial, lo que no podemos decir de todas las terapias.
Las indicaciones
La mala indicación es otra fuente de fracasos en los tratamientos osteopáticos. La osteopatía no es una panacea. Puede que no sea el mejor sistema actual para tratar algunos problemas, o incluso que no esté indicada. El terapeuta debe ser responsable y permanecer atento, no queriendo tratarlo todo sistemáticamente con su técnica. No somos universales y debemos aceptar trabajar dentro de un espíritu multidisciplinario de la sanidad.